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"Le Grito Para Que Entienda..."


Durante un entrenamiento de fútbol infantil, donde estaban jugando dos categorías diferentes entre sí, uno de los profesores se acerca a la línea del lateral y le grita al central “no corras para atrás!!!” y lo hace de una manera un poco fuerte, no grosera ni faltando el respeto, pero como reprimenda al movimiento. El niño se asusta ante el grito y con cara de espanto trata de relocalizarse. Me acerco lentamente y le sugiero –No lo retes… corregilo pero sin retarlo-. Entonces el profesor me dice, -lo que pasa es que les grito para que jueguen con “sangre”, me gusta que estén bien metidos en el partido-. Esta pequeña situación me llevó a detallar los siguientes conceptos.


- Cada persona es única. Indudablemente este profesor responde con “garra” cuando le gritan, pero el error es pensar que todo el mundo es igual, siendo que es totalmente lo contrario, hay quienes responden bien a los gritos, quienes se inhiben y los que se enojan cuando les gritan; es difícil recordar todo esto a 150 pulsaciones por minuto, pero lo que no falla es el trato cordial, todos responden bien a ello (principio de adecuación).


- Los profesores están para enseñar, lo que se debe hacer es detener el movimiento, explicar por qué no debe hacer lo que hizo, luego explicar cómo debe hacerlo y por qué (entrenamiento en frío); luego realizar un ejemplo práctico (entrenamiento en caliente). Repetirlo todas las veces que se pueda para reafirmarlo.


- El educador tiene que reconocer, en el momento que el niño hace un movimiento incorrecto, que la responsabilidad es propia, o bien nunca le enseñó cómo hacerlo, en consecuencia no puede enojarse si no lo hace, quizás no lo tiene bien incorporado o automatizado, donde también aparece la falla del educador. Esto define que el grito es una defensa por verse atacado en sus funciones.


- El problema es la interpretación. Cualquiera sea la intención del entrenador, lo que importa es la intención que le da el niño al grito (me expone frente a los demás, se viene una reprimenda, estoy arriesgando el puesto, no sé hacer las cosas…) y el sistema de supervivencia del cerebro se activará dando paso al sistema simpático preparándonos para luchar o huir, porque esto lo vive como peligro de supervivencia, el entorno es hostil. Así, se pierde la capacidad de atención, de aprendizaje y respuesta, por lo que estamos anulando totalmente al jugador, el niño dejará de probar acciones en momentos similares para evitar esta situación. El profesor se convierte en verdugo en lugar de compinche.


- Quien no está dispuesto a aprender, no está en condiciones de enseñar. Las equivocaciones que se suceden en la cancha nos enseñan dónde debemos trabajar y dónde estamos fallando, nunca nos tienen que hacer enojar.


Recordemos siempre que solamente debemos gritar para alentar.

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