Entrenar, formar, liderar...
- Anibal Soffietti
- 30 ago 2018
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 25 abr 2019
Cuatro elementos a tener en cuenta al momento de lanzarnos como entrenadores de deportistas.

Siempre que hablamos de la manera de entrenar a un deportista o un equipo, surgen opiniones variadas respecto a la etapa en que se encuentran dichos jugadores, es decir, si están en formación, o ya en competencia, si son amateurs o profesionales; lo cierto es que el entrenador tiene una enorme responsabilidad en su tarea y ya no se puede improvisar, preparando ejercicios tomados de internet sin saber qué objetivo se pretende lograr, o qué es lo que puede dar en ese momento el deportista. Se tienen que conocer algunos aspectos básicos para que el objetivo que se obtenga sea el mejor, potenciando al máximo sus capacidades, aumentando la pasión por el deporte y venerando lo menos posible el resultado. Esto último daría para una nota especial, por eso lo único que voy a decir es que haciéndolo seriamente ayudará a mejorar la postura ante el fracaso (estrés), y así continuar con el empuje.
En primer término, como entrenadores se debe generar un contexto que realmente sea el apropiado para el entrenamiento, tomando en cuenta tanto el predio, como los materiales y el ambiente personal. Como sabemos, el cerebro hace una interpretación de la información que le proporcionan los sentidos y entonces actúa según esa evaluación; si el lugar es incómodo, o las personas que comparten el entrenamiento no tienen un trato adecuado con sus pares (y peor si el entrenador lo permite o lo genera con gritos), se activará el sistema simpático (tensión) entrando en zona de peligro y así las capacidades de aprendizaje y asimilación se verán congestionadas. Además, esta situación se guardará como un archivo dolor y el próximo entrenamiento ya estará condicionado a ese registro. Pocos resultados de crecimiento.
Segundo punto, liderar el entrenamiento. Hay una frase que me gusta mucho y es “el líder no busca brillar, busca iluminar”. Resume perfectamente lo que un entrenador debe hacer, que su entrenado sea el que brille, el que crezca y se lleve los logros, luego en consecuencia recibirá el agradecimiento y los aplausos, pero muchas veces nos ponemos por sobre el deportista y allí es donde cambiamos el objetivo real de nuestro trabajo. Debemos sentir confianza en ellos para que la puedan sentir en sí mismo, y por supuesto autoconocimiento, para saber cuándo estamos pensando en nosotros y no en los entrenados. El ego es el peor de los consejeros.
Tercero, abrazar el error. Sobre las equivocaciones es donde se construye mejor, si no sabemos lo que está mal, cómo lo vamos a corregir cuando lo hagamos. Castigar la equivocación produce en la zona cognitiva-ejecutiva del cerebro una reacción (conexiones sinápticas) que se denomina Negatividad Asociada al Error, provocando un malestar por equivocarse, y si en lugar de felicitar el intento lo castigamos con un grito, el jugador deja de probar esa forma y conforme pase el tiempo lo hará sobre las demás, convirtiéndose en un deportista mediocre que solamente “cumple”; hasta que abandone la práctica porque no la pasa bien.
En cuarto y último lugar, tendremos en cuenta que somos responsables de lograr que cualquier niño, joven o adulto logre metas dentro de su actividad deportiva favorita, porque una palabra justa y sincera puede lograr mucho más que cualquier trabajo de motivación, esto se conoce como efecto Pigmalión, y es muy importante saberlo. Muchas veces haciendo una broma o comentario para distender, decimos cosas que hieren profundamente el sentimiento de quien lo recibe, y de la misma manera decimos palabras de aliento que hacen milagros en la actitud de nuestros entrenados; de esto se trata el liderazgo. Solamente debemos ser cautos y nunca mentir o ser ambiguos, tenemos que descubrir una fortaleza en lo que hace y sobre ella construir el resto del crecimiento. Hablar siempre en positivo; esto no es decir que está todo bien, es decir lo que se debe lograr, no lo que se tiene que evitar, el cerebro procesa las palabras de forma pragmática y el mensaje será erróneo. Si decimos "no quiero que salga mal", el cerebro procesará "quiero-salga-mal". Pero sin decimos "quiero que salga bien" será "quiero-salga-bien" y no solamente será el mensaje correcto sino que la energía que cada frase genera es obviamente diferente, esto además habla del tipo de personalidad de cada entrenador, apoyando y creyendo en ellos. Un ejemplo sería:
Frase incorrecta: "Te ganó toda la tarde de cabeza !!, que no te gane más!!"
Frase correcta: "A partir de ahora ganás todas las pelotas de arriba!! sé que lo podés hacer".
Recordemos decir lo que queremos que pase, no mostrar que estamos a disgusto por lo que pasó.
Demás está decir que nada se logra de un día para el otro, que cualquier hábito que se persiga debe realizarse durante mucho tiempo hasta que se automatice, incluso la manera de pensar. Cada vez que vamos a decir algo, recordemos que estamos para ayudar, corregir, no para castigar, las palabras de aliento nunca sobran, los jugadores deben cumplir su sueño, no el del entrenador, pero si los ayudan, serán los mejores. El deportista debe disfrutar cada momento, el entrenamiento, la competencia y los resultados.
댓글