Cambiar un Hábito
- Anibal Soffietti
- 30 ago 2018
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 31 ago 2018
Sencillo pero no fácil, la prueba de los 180 días que no todos logran.

Muchas veces nos ocurre que actuamos de alguna manera que nos incomoda, o tenemos hábitos que desearíamos cambiar; y como la mayoría de las personas entramos en la etapa de justificación que nos paraliza cada vez que queremos modificar esa conducta. Comenzamos con los “es que no puedo”, “si no tuviese que…quizás podría” y nos dejamos engañar por nuestro propio cerebro, que al tener como función principal ahorrar energía para asegurar la subsistencia, no acepta ningún tipo de cambio que justamente provoca estrés y con él, consumo excesivo de energía.
Para experimentar un cambio verdadero en una conducta o hábito, se requiere de tres componentes básicos en nuestra manera de actuar: decisión, motivación y perseverancia.
Decisión, para poder llevar adelante ese cambio tan buscado. Tenemos que estar realmente convencidos de que lo queremos, no porque alguien nos sugiera esto o aquello vamos a lograr el objetivo. El verdadero motor que nos llevará a lograrlo es habernos dado cuenta solos de que queremos esto, incluso no es suficiente que lo “necesitemos”, sino el “querer” hacerlo es lo que nos va a llevar a concretarlo.
Es posible que alguien nos haya ayudado a darnos cuenta o tomar conciencia de alguna situación, pero luego es indispensable que estemos convencidos. Son varios los ejemplos de personas que se someten a cirugías importantes o tratamientos invasivos para salir de alguna patología que los llevó la mala alimentación o algún hábito no muy saludable, sin embargo al poco tiempo lo están repitiendo; tenemos que entender que ante una situación de peligro, nuestro cerebro reacciona pero no cambia, y muchas veces nos confundimos pensando que superamos el tema y caemos de inmediato en lo mismo. Si queremos modificar nuestra manera de actuar tenemos que, en primera instancia evaluar si ese cambio es positivo, luego tomar la decisión por nuestra cuenta, conociendo los beneficios de ese objetivo.
Motivación o automotivación. Hago esta aclaración porque en este punto debemos ser claros; al igual que con la decisión, la motivación debe ser intrínseca, que nuestro “narrador interno” esté todo el tiempo empujándonos a cumplir ese objetivo tan deseado, viéndonos proyectados en ese resultado. Puede ocurrir que queremos hacer o dejar de hacer algo, y realmente estemos decididos, pero nos cuesta muchísimo mantener la nueva rutina. Esto se debe a que la forma de fijar el objetivo no estuvo bien encarada, y por más que tengamos miles de personas empujándonos y alentándonos a lograrlo, no vamos a poder, porque la motivación intrínseca es insuficiente. Veamos un ejemplo:
Supongamos que somos de enfurecernos rápido cuando alguien hace algo que no nos gusta y queremos cambiar esa actitud porque solamente nos lleva a reacciones violentas que luego terminan por disgustar a los demás, y por supuesto el arrepentimiento nos invade. Estamos decididos a cambiar, sabemos que es lo correcto, y nos propusimos que cada vez que nos llegue una situación de furia vamos a enfrentarla de otra manera, entonces tenemos que definir de qué forma hacerlo y es donde normalmente nos equivocamos. Nuestro subconsciente no entiende la intencionalidad de las frases, solamente los conceptos de las palabras, entonces en cada situación repetimos “no me voy a enfurecer, no me voy a enfurecer”…lo único que logramos es que “enfurecer” se repita todo el tiempo en nuestra mente y así fijarlo cada vez más. Es como si en este momento alguien les dijera “no piensen en hormigas verdes…”, es imposible, el cerebro tiene que armar la situación con los elementos entregados. Pero si cada vez que nos sobreviene esa furia repetimos “calma, tranquiliza las emociones, piensa la respuesta…” La sola idea de repetir esta frase nos hace hasta respirar más pausado.
Entonces señores, no es “no quiero fumar”, “no voy a comer esa torta”, es “quiero sentirme saludable”, “quiero estar a gusto con mi cuerpo”. La frase es de cada uno, pero siempre positiva y que persiga la realización del objetivo.
Tu estado emocional cuenta y mucho, trata en todo momento de que tus emociones no se interpongan en el logro del objetivo, es importante que tu motivación se lo suficientemente fuerte para que esto no ocurra. El fracaso no tiene forma de ganarte si tus deseos de lograr el objetivo son lo suficientemente fuertes.
Perseverancia o constancia en el nuevo hábito. Nuestro cerebro es completamente diferente al del resto de las personas, por eso se dice que es como un árbol, debido a que no existen dos iguales en todo el mundo, y la causa de que esto sea así, es que durante todos nuestros días de vida fuimos modificándolo a nuestro perecer, sumándolo a todo lo que genéticamente y por enseñanza nos fue impuesto. Supongamos que durante 20 años hicimos siempre la misma rutina, desde la primer hora de la mañana nos sentamos frente a la pc para trabajar, al medio día suspendemos un tiempo para almorzar y descansar y luego retomamos el trabajo sentados frente a la pc hasta entrada la noche, donde nuevamente cortamos para cenar, hacer algunas sociales y finalmente irnos a dormir. Un día decidimos que queremos convertirnos en maratonistas, nos levantamos por la mañana, nos ponemos un par de zapatillas y salimos a correr 42km. Seguramente caeremos rendidos antes de los 200m, y nos sentiremos frustrados volviendo a las costumbres que teníamos, evitando salir de la zona de confort. Con el cerebro ocurre lo mismo; agregándole que desde el inicio tratará de que no intentes algo nuevo porque esto supone cambio, en consecuencia mayor consumo de energía, lo que genera “peligro de supervivencia” en nuestros archivos mentales. La única forma de lograr incorporar un nuevo hábito o modificar uno existente es repetirlo y repetirlo hasta que se forme una nuera red neuronal que lo transforme en automático, volviéndose más fuerte que el anterior; por ello decimos que es más fácil desarrollar un hábito nuevo que modificar otro existente.
Este proceso es imposible que suceda si no estamos decididos y motivados para hacerlo, tenemos que resistir al permanente deseo de suspender este esfuerzo que nuestro cerebro nos envía.
También es importante que tengas en cuenta el contexto donde te encuentras mientras tratas de olvidar el viejo hábito, si algunos lugares te lo recuerdan deberías evitarlos o aquellos momentos del día que también lo traen a tu mente, es importante que te encuentren en otra actividad o con posibilidades de realizar el nuevo hábito; es todo un proceso que debe estar cuidadosamente preparado.
Ya sea que queramos bajar de peso, dejar de fumar, empezar el gimnasio o simplemente convertirnos en una persona positiva; todo requiere mucho esfuerzo; el secreto: hacer que valga la pena.
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